Mi terapia favorita
Escribir siempre ha sido mi terapia favorita; desde que tenía ocho o nueve años, usaba las letras para liberar mi mente. Como bloguera, nunca tuve el valor suficiente de hablar de mí; siempre he usado la ficción para liberar la carga de mi mochila emocional. Con el auge de las redes y la revalorización de las visitas, los comentarios y los me-gustas... todo se volvió más complicado; por lo menos para mí que me gusta sentirme libre, sin obligaciones, presiones ni exigencias... y, soy tan contradictoria, que me gusta darle vueltas a todo para terminar improvisando.
Sé que he tenido abandonadas tanto el blog como mis redes sociales; pero, a veces, una necesita marcharse, tomar distancia, para ver todo con más claridad.
No vales nada, no eres nadie, te odio
Como he contado en otras ocasiones, Juliette Sartre y mi novela Deshojando Margaritas surgieron de manera fortuita; un reto contra mí misma y que el anonimato me permitía.
Con mi primera novela sin seudónimo cometí el gravísimo error de compartir en Amazon un borrador lleno de faltas ortográficas; de esas que te dan ganas de sacarte los ojos con una cuchara. No era cuestión de desconocimiento; sí de inexperencia, impulsividad y falta de trabajo de edición. Estaba cegada por la oportunidad que una nueva plataforma como Amazon me permitiera compartir mis historias y llegar a un considerablemente número de potenciales lectores. Un arma de doble filo que llevó a ciertos usuarios a humillarme, vilipendiarme y hacer sentir que tenía la inteligencia de una roca.
Lloré, sentí vergüenza y quise huir de todo. Con calma, asumí mis errores y continué mi camino. Sin embargo, no ha sido la última vez que he tenido que soportar un comentario tan cruel como malintencionado.
Creo que en parte les he dejado ganar a los que disfrutan humillando a los demás, a los que tienen tanta mierda dentro que tienen que tirarla a la cara del resto; ahora siempre tengo miedo cuando publico... y no miedo del bueno. Podrá no gustarte mi trabajo, podrás dar tu opinión en el disfrute de tu libertad; pero humillar y atacar para sentirte mejor contigo mismo es despreciable.
Existe el derecho a la libertad de expresión, no el derecho a ofender y a insultar a los otros
Un día sin ser vista, parecía un día perdido
De manera inesperada, mi novela Deshojando Margaritas se coló rápidamente entre los primeros puestos en romántica y una editorial generalista perteneciente al Grupo Planeta me convenció (o me dejé convencer) para formar parte de su catálogo.
Dejando a un lado los detalles, diré que fueron casi tres años de esfuerzo, creación de banners, de idear iniciativas en las que colaborar con las compañeras; tres años de revisar constantemente las redes sociales, de frustrarme si no había las visitas esperadas, de sacrificar tiempo con los míos por estar delante de la pantalla del ordenador. Tres años que disfruté, conocí gente increíble, tuve varias oportunidades; pero también supuso un gran desgaste.
Tras meditarlo, tomé la decisión de recuperar mis derechos y desvincularme.
Ser, o no ser, lo que queramos ser
A golpes he aprendido que la vida nunca me va a dar lo que quiero o deseo. No importa el esfuerzo o las ganas que le ponga, la vida me dará lo contrario; ella tiene sus planes ocultos y juega conmigo a su antojo. Solo espero que algún día todo cobre sentido; ya que por ahora no se lo veo por ningún lado.
Desde que dejé la editorial, he necesitado un tiempo de desconexión de Juliette Sartre; me he centrado en mi web y en otros proyectos. Ser escritora no es fácil, autopublicar mucho menos. Cuando estoy un poco plof, porque esta profesión tiene sus altibajos,
pienso que hay gente tan maravillosa como Sandra (La Revolución de los Libros) que valora el esfuerzo que
hay detrás de cada novela y apoya a los
autopublicados de manera desinteresada; entonces, lo malo se vuelve
menos malo... y a una le dan ganas de volver a escribir.
Gracias a todas las que estáis tras la pantalla.
¡Bienvenidas a la aventura!
Un abrazo, Juliette Sartre.
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