Capítulo 1
Junio, 2015
Una
preciosa sonrisa le dio la bienvenida al subir al avión y él la correspondió con
un guiño coqueto para asegurarse una buena atención durante el viaje. Había
volado lo suficiente como para conocer los pequeños trucos, como elegir
sentarse junto al pasillo para evitar quedar encerrado entre su acompañante y
la pared; sobre todo por no poder conocer previamente las dimensiones del
pasajero que se sentaría a su lado. Joey se acomodó en su asiento y respiró
hondo. Hacía mucho tiempo que el miedo a volar se había disipado; desde que
tenía uso de razón su padre siempre le había arrastrado a él y a su madre por
todo el país debido a su trabajo. La razón por la que decidiera visitar Las
Vegas, el reencuentro con Ariadna y Liam y las posibles consecuencias, le
provocaban cierta inquietud; algo poco habitual en él. Se colocó los
auriculares de su MP3 y cerró los ojos para que las notas de la guitarra de
Fito, le ayudaran a dejar un lado sus preocupaciones, mientras la preciosa
azafata de la entrada no pudiera traerle una copa. Una tímida mano golpeó su
hombro devolviéndolo a la realidad. Ante él, una adolescente, de no más de
trece años, muy delgada con las mejillas sonrojadas, trataba de ocupar su lugar
junto a la ventanilla. Joey le dedicó una amable sonrisa que solo contribuyó a
que la joven se limitará a esconder su cara tras su pelo rubio, largo y suelto;
respiró aliviado, no tendría que aguantar conversaciones absurdas ni
empresarios obesos y sudorosos durante el resto del viaje.
En
cuanto dieron el aviso de desabrocharse el cinturón, Joey asomó su cabeza por
el pasillo en busca de la azafata y sus miradas se encontraron; la caída de
ojos que ella le dedicó, infló su ego, al sentir que sus trucos seguían
funcionando. Tras intercambiar algunas palabras y conseguir su copa, Joey
comprobó su reloj. Eran las 21.35 y el sueño comenzaba a vencerle tras un largo
día; se puso cómodo y trató de dormir sin éxito, pues su acompañante había
reunido el valor suficiente para entablar conversación y pedirle que se
hicieran un “selfie” para enseñarle a sus amigas, la suerte que había tenido
con el chico tan guapo que le había tocado en el asiento contiguo. Nunca se
había considerado feo, siempre había tenido éxito con las chicas; pero en aquel
momento lo último que deseaba era ser el objeto de las argucias de unas
adolescentes. Aún quedaban siete horas para llegar a Las Vegas y no sería un
vuelo tan tranquilo como había imaginado.
Joey
llegó al Aeropuerto Internacional
McCarran, con jaqueca, necesitaba darse una ducha y dormir hasta la mañana
siguiente; el viaje en taxi solo logró empeorar su malestar, pues parecía que
todos a su paso deseaban hacerle partícipe de sus vidas. Había reservado
habitación en el hotel MGM Grand Las Vegas donde se hospedaría y desayunaría
con sus viejos amigos, bien temprano; pensar en ello provocó que su estómago se
contrajera. Con paso decidido se encaminó a la recepción, justo cuando su
teléfono comenzó a sonar. La recepcionista le dio la bienvenida y él se limitó
a extenderle su tarjeta.
—Tengo
una reserva. Disculpe tengo que contestar —se excusó ante la insistencia del
llamante. Joey sintió un escalofrío al descubrir quién era el emisor.
—¿Diga?
—preguntó con un hilo de voz.
—La
próxima vez que te llame, cógelo de inmediato. Me importa una mierda si estás
en el baño, follando o cascándotela. ¿Entiendes lo que te estoy diciendo? —El señor
Grosso no se caracterizaba por ser una persona delicada y comedida.
—Sí,
señor—se limitó a contestar para evitar una discusión mayor; su vida estaba en
manos de aquel hombre y no pensaba enemistarse con él.
—No
estoy seguro de que sepas exactamente a qué te enfrentas. Juárez no es de los
que se andan con rodeos ni palabritas—le advirtió amenazante.
—
Lo siento. Acabo de llegar al hotel y estaban atendiéndome—añadió en un intento
por calmar a su interlocutor.
—¿Te
repito lo que me importa? —obviamente, un intento malogrado.
—No,
no hace falta. Lo he pillado—zanjó él.
—Joseph...
—lo llamó por su nombre de pila, algo en su interior se quebró. Así sólo lo
llamaba su madre—. A partir de aquí estás solo.
—Todo
irá bien, se lo prometo—. Un suspiro recibió de respuesta.
—Ok.
Disfruta de tus vacaciones—dijo Grosso poniendo fin a la conversación.
La
recepcionista le dio su llave deseándole una agradable estancia, respondió con
un escueto “gracias” y se dirigió a su habitación para dejar sus maletas.
Sentado a los pies de la cama, observaba el número de teléfono que le había
dado la azafata en una servilleta; quien le había insistido en pasar un rato
agradable aquella noche, la única que ella pasaría en la ciudad. Era bonita,
simpática y lo había mimado durante el viaje, pero ya nada importaba; toda su
mente giraba en torno a su encuentro con Ariadna.
Mientras,
al otro lado de la ciudad, Ariadna dejaba, sobre el banco de cuero color hueso de
su vestidor, el quinto vestido que había desechado; hacía tanto que no veía a
Joey que realmente deseaba causarle buena impresión. El rojo era demasiado
llamativo, el negro muy formal, el azul no resaltaba sus ojos… ninguno era lo
suficientemente bueno para presentarse delante de Joey. Se observó frente al
espejo de cuerpo entero, ya no era la misma Ariadna; no solo porque hubiera
cambiado su color de pelo, modelara su cuerpo duramente en el gimnasio o
hubiera recurrido a la cirugía para mejorar su escote, había madurado a golpes
y esa era la forma más cruel que tenía la vida de enseñarnos.
Rememoró
la última vez que se habían visto y se sintió desdichada por cómo había
acontecido su vida desde entonces. Trató de hacer un esfuerzo por recordar
cuánto hacía que no se sentía emocionada por una cita y con voz lastimera
exclamó en voz alta “quince años”. Demasiado para su salud mental. Con un
ligero movimiento de cabeza para apartar fantasmas de su mente, regresó a la
lucha contra su armario sin importarle que su móvil sonara con insistencia; no
iba a permitir que Liam la amargara con sus comentarios sarcásticos y llenos de
crueldad. Su única prioridad ese fin de semana era reunirse con Joey; un
pequeño grito de emoción se escapó de su garganta. Estaba tan nerviosa por
tenerlo de nuevo junto a ella, que estaba segura que aquella noche no pegaría
ojo.
No
muy lejos de allí, concretamente frente al apartamento de Ariadna, Liam lanzaba
su teléfono al asiento vacío del copiloto.
—¡Zorra!
Te he dado una oportunidad de oro —decía mientras arrancaba el motor.
Había
tratado de localizarla durante todo el día, pero ella no se había molestado en
responder a ninguna de sus llamadas ni mensajes. Desde que Joey contactara con
él para informarle que pensaba visitarlos y reunirlos a los tres, la zozobra se
había instalado bajo su piel; y la acidez de su estómago se había disparado. La
amistad que mantenía con Ariadna se había deteriorado en los últimos meses,
hasta el punto de no dirigirse la palabra; sabía que la llegada de Joey iba a
cambiarlo todo, y eso le preocupaba. A pesar de considerarlo parte de su
familia, su interés por Ariadna era mucho más fuerte que cualquier lazo que
pudiera existir entre ellos. No estaba dispuesto a dejarse ningunear ni excluir
de la ecuación porque Joey sintiera añoranza.
—Creo
que va a ser un fin de semana muy pero que muy divertido —sonrió con malicia
antes de perderse a toda velocidad por las calles de Las Vegas.
***
Joey
había madrugado y esperaba para desayunar en la terraza del hotel. Había saltado
de la cama con los primeros rayos de sol para llegar temprano y no desperdiciar
ni un minuto de su tiempo libre para estar con Liam y Ariadna, sus mejores
amigos durante su adolescencia hasta que tuvieron que decidir qué camino tomar.
Él se marchó a una Universidad situada al otro lado del país y Liam se mudó a
Las Vegas para continuar el legado de su padre; no tenía muy claro cuáles
habían sido los pasos de Ariadna, esperaba que en su encuentro se pusieran al
día.
El
primero en aparecer fue Liam. Llevaba el pelo engominado hacia atrás. Andaba
decidido y sobrado de sí mismo; era increíble como con los años había adquirido
tanto parecido a Ryan Gosling. Sonreía ladeando el labio dejando al descubierto
parte de su perfecta dentadura, lo que otorgaba a sus ojos azules un brillo
especial y altanero. Su impoluto traje de color negro hacía resaltar su camisa
color carmesí, contribuyendo a ensalzar aún más su ego.
Joey
se puso de pie cuando Liam se situó junto a la mesa, dudaba cómo saludarlo pues
había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto. El abrazo
efusivo de éste le ayudó a relajarse.
—¡Qué
alegría de verte! Cuando recibí tu llamada no podía creerlo—. Liam se sentó y
Joey lo imitó—. ¡Va a ser épico! Voy a llevarte a unos locales increíbles y te
presentaré a unas amigas que te dejarán sin respiración. Antes y después, ya me
entiendes— dijo guiñándole un ojo.
—Esto...
No creo que sea buena idea—Joey no tenía intención de ser aguafiestas, pero
Liam parecía haber olvidado que serían tres.
—¡Oh,
vamos! ¿No me dirás que tienes novia? —preguntó incrédulo Liam extendiendo las
palmas de sus manos de forma teatral.
—No,
no es eso. Es que ya te dije que no estaremos solos —anunció con la mirada fija
al frente. Ariadna caminaba hacia ellos subida a unos altos tacones y enfundada
en un ajustado vestido color esmeralda. Estaba preciosa. Su melena castaña
ahora era veteada, sus curvas se habían acentuado y, aunque sus pechos habían
crecido gracias a la cirugía, toda su imagen era armoniosa; le recordaba a
Jennifer Love Hewitt, pensar en su sex symbol le obligó a apartar la vista y
centrarla en el café que se le enfriaba en la mesa.
—¡Estupendo!
—ironizó Liam quien había preferido pasar unos horas juntos antes de tener que
enfrentarse a la presencia de Ariadna—. ¡Camarera un gin-tonic!
—Ni
siquiera son las 10— le recordó su amigo.
—Créeme,
lo voy a necesitar—insistió Liam. Era evidente que Joey desconocía el nivel de
tensión que mantenía con ella.
—Buenos
días —saludó Ariadna cuando estuvo junto a ellos. Evitaba mirar a Liam y sólo
se dirigía a Joey, quien algo torpe, se limitó a darle un beso en la mejilla—. Me
alegro que me llamaras. Es bueno verte después de tanto tiempo—sonrió ella
mientras tomaba asiento.
—Y
tanto —comentaba Liam tras beberse media copa de un primer trago. Ariadna lo
ignoró.
—¿Qué
te trae por Las Vegas? ¿De despedida de soltero? —Ariadna estaba recelosa ante
la iniciativa de Joey en reencontrarse.
—¡Oh!
¡Qué sutil! —murmuró Liam. Sabía que Ariadna se moría por descubrir si Joey
tenía alguna mujer en su vida.
—No,
tenía que venir por un asunto del trabajo y pensé que sería buena idea
reunirnos— mintió. No estaba preparado para confesar sus verdaderas
intenciones; de hecho, dudaba de si era seguro compartir las razones de su
viaje a Las Vegas.
—¿En
qué trabajas? —Ariadna estaba demasiado nerviosa para mantener una conversación
fluida, las interrupciones de Liam no ayudaban, así que había optado por lanzar
preguntas manidas hasta lograr relajarse.
—Soy
contable en una importante empresa de componentes electrónicos—informó Joey de
manera mecánica, como si fuera su mantra.
—¡Qué
aburrido! —interrumpió Liam—. ¡Camarera otra copa! —necesitaba que el alcohol
le nublara lo suficiente el juicio para no ser consciente que en aquella cita,
él parecía sobrar.
—Soy
directora de un centro de spa— dijo tímidamente Ariadna. Su sueño hubiera sido
ser escritora, profesora de literatura o bibliotecaria; pero una cosa era la
vida que soñamos y otra muy distinta la que finalmente acabamos teniendo.
—¿Por
cuenta propia?
—No,
su dueño es el padre de... —señaló a Liam con una inclinación de cabeza.
—¡Qué
sosos! Que si trabajo que si ignoro a Liam. Vayamos a tomar una copa por ahí.
Estamos en Las Vegas. Siempre hay una fiesta esperando—animó el tercero en
discordia, cansado de aquella conversación fría y curricular.
—Creo
que tú ya estas lo suficientemente contento—bromeó Joey al advertir como las
varias copas que llevaba su amigo comenzaban a afectarle.
—Es
su estado natural—aclaró Ariadna con desdén.
—¡Es
su estado natural! —remedó Liam remarcando cada sílaba—. A ver cuando te
enteras que bebo para poder soportarte —atacó sin levantar el tono con toda la
naturalidad que su embriaguez le permitía.
—No
he venido a discutir contigo—recordó ella avergonzada por su actitud y temerosa
de que Joey se llevara una impresión equivocada de ella.
—De
eso estoy seguro—respondió mordaz Liam; no podía controlar los celos ante la
mirada embelesada que ella le dedicaba a Joey. Ariadna se puso de pie.
—Joey,
llámame para almorzar o tomar algo esta tarde. Pero creo que lo de tu reunión
de tres no va a poder ser. Hasta luego—. Le dio un beso en la mejilla y se
marchó.
Joey
se irguió hacia delante.
—¿Me
explicas a qué ha venido todo esto? —interrogó a su amigo. Estaba sorprendido
por su actitud maleducada y agresiva hacia Ariadna.
—Aún
estamos superando el divorcio—soltó Liam encogiéndose de hombros.
—Sí,
eso ya lo sé. Lo que no entiendo es tu actitud. ¿Qué te ha hecho para que la
odies tanto? ¡Es Ari! —dijo refiriéndose a ella con el mote cariñoso que
siempre usaba.
—No
quererme ni mirarme como te mira a ti. Y si crees que después de todos estos
años vas a encontrar a la misma Ariadna de entonces, a esa “Ari” del instituto,
estás muy equivocado.
—No
empieces otra vez con eso; pensé que ya estaba zanjado. Y sí, sé que habrá
cambiado, todos lo hemos hecho; pero la esencia, lo que de verdad importa,
nunca muta—. Liam estaba demasiado absorto en sus propios problemas para
prestar más atención de la necesaria a las palabras de su amigo.
—Creí
que si tú no estabas disponible, ella me amaría; pero me equivoqué. Nunca ha
sido feliz conmigo, no entiendo por qué lo hizo. Hemos vivido en una guerra
constante. Yo al ataque por no sentirme querido y ella a la defensiva por no tener
la vida que había soñado— balbuceó ocultando su cara tras las manos.
—Nunca
se me habría pasado por la cabeza que acabaríais así. Siempre fuisteis muy
buenos amigos.
—Justo
es ese el problema. Éramos muy buenos amigos, pero sólo eso—tomó un nuevo sorbo
de su copa antes de continuar—. Realmente debió ser increíble ese beso que le
diste para que quedara colgada de ti—rio, aunque su risa estaba cargada de tristeza.
—De
eso hace mucho tiempo—trato de consolar Joey. Liam acabó con su cuarta copa
antes de hablar; el alcohol comenzaba actuar como “suero de la verdad”.
—Fui
un egoísta. Pero tú fuiste un estúpido por dejar escapar tu oportunidad. ¿La
quisiste?
—Eso
ya no importa —dijo Joey tratando de evadirse del tema. Liam dio un golpe en la
mesa, a pesar de que hablaba con mesura.
—¿La
quisiste?
—Sí—.
Liam reclinó la cabeza hacía atrás con los ojos cerrados, necesitaba unos
minutos para ordenar sus ideas.
—Joey,
¿para qué has venido? ¿Por qué todo esto? Después de tanto tiempo...
—Tenía
que venir para una reunión y quise aprovechar para recordar viejos momentos—cada
vez le resultaba más fácil mentir al respecto.
—No
me lo trago, pero fingiré creerte. Llama a Ariadna y almuerza con ella, le hará
mucha ilusión. Dile que seré cordial mientras estés de visita y que nos
reuniremos en el restaurante de mi padre para cenar los tres.
—¿En
cuál de ellos? —la mitad de la ciudad pertenecía a su padre.
—En
su favorito. Convéncela, prometo enterrar el hacha de guerra. Nos vemos esta
noche—. Liam se puso de pie para marcharse, pero antes se lanzó sobre Joey y le
dio un fuerte abrazo—. A pesar de Ariadna, siempre te he querido como a un
hermano—. Se recompuso y se alejó con paso decidido.
Joey
lo miró marcharse. “Quince años son demasiados” se dijo a sí mismo observando
las preciosas vistas de la ciudad, mientras su mente viajaba a un tiempo donde
el futuro era un lienzo en blanco en el que todo era posible.
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